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ROMA, domingo 23 de enero de 2011 (ZENIT.org). – Bob Fu podría haber sido uno de los caídos en la masacre de la Plaza de Tiennanmen, si no fuera porque su novia (su actual esposa) no hubiera enfermado pocos días antes de que el gobierno chino enviara al ejército para sofocar las manifestaciones estudiantiles por la democracia.
Aunque él no estuvo en la plaza aquel día, la masacre cambió la vida de Fu – fue el momento en el que perdió la fe en el comunismo. Su detención posterior le condujo a su conversión al cristianismo y a su fuga de China.
Ahora Fu dirige en Estados Unidos la fundación China Aid, que busca ayuda internacional para los cristianos en China.
Bob Fu habla en esta entrevista sobre su vida en China y sobre el futuro para los cristianos de su patria.
- Usted fue uno de los líderes estudiantiles en la Plaza de Tiennanmen. ¿Puede contarnos lo que ocurrió?
Fu: Sí, en aquel momento, junto a muchos otros cientos de miles de estudiantes chinos, estaba en la Plaza de Tiennanmen y protestábamos básicamente contra la masiva corrupción en el gobierno chino y también buscábamos libertad y democracia y derechos humanos. Las manifestaciones – mantenidas durante varias semanas – se toparon, en la madrugada del 4 de junio de 1989, con los tanques y cientos de miles de soldados chinos del Ejército de Liberación del Pueblo. Los soldados comenzaron a disparar a su propia gente. Yo había dejado la Plaza de Tiennanmen tres días antes de que ocurriera la masacre porque mi novia, ahora mi mujer, estaba muy enferma.

- ¿Qué pasó tras aquello?
Fu: Después de la masacre, estuve básicamente bajo “detención suave”, como ellos la llaman. Se formó un equipo especial de interrogadores para investigarme e interrogarme día y noche y no se me permitía ir a mis clases en la universidad. Cada día era tratado como un preso; querían doblegarme y que firmara una confesión. También se me exigió que informara sobre todos los que estaban implicados en el movimiento estudiantil.
- Al final, ¿se doblegó?
Fu: Al final no fue el Partido Comunista el que verdaderamente me doblegó, sino el Espíritu Santo. Por lo que di un cambio revolucionario a mi vida.
- ¿Perdió la fe en el sistema?
Fu: Sí, lo hice porque había puesto mi esperanza en el sistema. Intenté mostrarme activo en el campo político e intenté cambiar el Partido Comunista uniéndome a las actividades del partido.
- ¿Creía en él?
Fu: Sí, confiaba en el sistema para cambiar el sistema pero, cuando el ejército disparó a su propia gente y se acabó con vidas inocentes, todos nuestros sueños se rompieron y de la desilusión a la desesperación casi me suicidé, hasta que llegué a conocer a mi Señor Jesucristo.
- ¿Cómo llegó a conocer a Jesús?
Fu: Ocurrió en el momento en que mi vida estaba en crisis. No sabía cómo iba a sobrevivir a la siguiente tanda de interrogantes. Había intentado cambiar a los demás pero muchos de mis así llamados amigos me traicionaron para demostrar su lealtad al Partido Comunista. Así que estaba lleno de odio. Quería matarlos y luego matarme a mí mismo. Fue en aquel momento que alguien me dio un libro – una biografía de un pastor chino. La trajo, pasada de contrabajo, un norteamericano cristiano, profesor mío, que enseñaba inglés en nuestro departamento. Leer aquel libro le dio la vuelta a mi vida.
- Usted sólo dijo: “Sí, Señor”.
Fu: Sí, y el libro narra cómo un antiguo adicto a las drogas, un intelectual muy avezado, llegó a abrazar la fe cristiana y se transformó totalmente y llegó a una nueva creación en Jesucristo.
- La policía china, la policía secreta, descubrió su escuela bíblica. ¿Qué ocurrió?
Fu: Oficialmente yo era profesor de inglés en la Escuela del Partido Comunista Chino de Pekín. Durante el día pasaba varias horas enseñando inglés a líderes del Partido Comunista. La tarde y el resto de mi tiempo y el fin de semana lo pasábamos ocupados en preparar pastores – una escuela bíblica clandestina – hasta que fue descubierta por la policía secreta china. En mayo de 1996, mi esposa y yo fuimos arrestados y encarcelados.
- Encarcelado de nuevo. ¿Qué ocurrió? ¿Cómo fue para usted?
Fu: Fue duro. Los primeros tres días y las primeras tres noches, intentaban no dejarte dormir en ningún momento. Era la privación de sueño para quebrantar tu voluntad y así llevarte a la sala de interrogatorios y cada interrogador ocupa su turno para interrogarte sin parar.
- ¿Qué querían que les revelara? ¿Era información o simplemente que renegara de su fe cristiana?
Fu: Quería que les revelara cuántos cristianos había en mi iglesia. ¿Cuántos estudiantes? ¿De dónde venían? ¿Quién lo financiaba? ¿Quiénes eran los profesores? Básicamente querían que traicionara a mis hermanos y hermanas cristianos. Hicieron lo mismo con mi mujer. Constantemente me recordaban: “Tu mujer está en otra habitación. Si no nos revela nada, ella se quedará encarcelada allí”.
- ¿Sufrió usted torturas físicas?
Fu: Realmente no, en comparación con muchos pastores de la iglesia, porque, en cierto sentido, me miraban como un intelectual. Tenían incluso un título en derecho y no dejé de recordarles que debían obedecer la ley o en caso contrario les perseguiría hasta que me soltaran.
- Como San Pablo diciendo: “Soy romano”.
Fu: Sí, sí, así es cómo los recuerdo. Fue duro, pero no lo describiría como tortura. No me dejaban dormir y fui maltratado algunas veces pero hasta ahí llegó el trato que recibí.
- Quiero hablar un poco sobre las comunidades cristianas y cómo viven actualmente estas comunidades su fe. Sabemos, con estimaciones conservadoras, que hay cerca de 70 millones de cristianos. ¿Es una estimación conservadora? ¿De qué número podíamos estar hablando realmente?
Fu: Sabemos por el antiguo director nacional de la Administración Estatal para Asuntos Religiosos, el señor Ye Xiaowen, que en el 2007 el número de cristianos chinos había alcanzado ya los 130 millones incluyendo a los católicos. Así que siendo conservadores se puede hablar de entre 70 y 130 millones. Solo en Pekín, me encontré con un pastor muy respetado de la iglesia internacional y, antes de que dejara China, le dijo el director de la Oficina de Asuntos Religiosos que solo la ciudad de Pekín tenía más de 9.000 iglesias-hogar. Así que este crecimiento no tiene precedentes. En 1949, cuando el Partido Comunista tomó el poder, había menos de un millón de cristianos, y cuando consideramos que, incluso siendo conservadores, hay un crecimiento de 70 millones – es un gran crecimiento en 60 años.
- ¿Pero en ocasiones se reprime con violencia a los cristianos?
Fu: Sí, aunque para ser justos, en los últimos 30 años ha habido cambios positivos y avances no sólo en cuanto a prosperidad económica, sino también en términos de libertad religiosa. Sin embargo, en general, la libertad religiosa no deja de tener problemas. Hay todavía una extensa persecución en muchas zonas de China.
- Usted huyó de China. ¿Qué le llevó finalmente a abandonar su patria?
Fu: Fuimos encarcelados durante dos meses. Debido a la presión internacional y a que no fueron capaces de tener evidencias sólidas para procesarnos, fuimos puestos en libertad. Descubrimos que la vida fuera de prisión era mucho más dura que dentro. Nos llevaban a la comisaría de policía una y otra vez y, básicamente, querían que fuéramos informadores. Teníamos que informar de cada llamada telefónica, de cada visitante. Era muy duro.
En una ocasión los de seguridad nos llevaron a mi esposa y a mí a un parque y nos recordaron que podían arrestarnos en cualquier momento. Una fuente de dentro nos informó que estábamos en la lista para volver a ser arrestado por nuestra falta de cooperación. Mi esposa en aquel momento estaba embarazada y no tenía una tarjeta de permiso de embarazo.
- Por encuadrar el tema: ¿Qué es este permiso de embarazo y cómo actúa en la política de un único hijo?
Fu: El gobierno chino ha llevado a cabo este control de nacimientos, o la política de un único hijo, basado en la teoría de que hay recursos limitados y que la única forma de que la población existente logre el bienestar económicos es limitar el tamaño de la población. Así que, en general, permiten que cada familia tenga solo un hijo.
Por eso cuando quieres tener tu primer hijo tras el matrimonio, tienes que pedir una tarjeta de permiso de embarazo – una tarjeta amarilla para que tu esposa pueda quedarse embarazada legalmente. En caso contrario, será arrestada y obligada a abortar.
La tarjeta de permiso de embarazo es concedida por la unidad laboral de la mujer y como mi esposa, Heidi, había sido despedida de su escuela de graduación de la Universidad del Pueblo debido a su encarcelamiento, no podía conseguir el permiso de embarazo.
- ¿Simplemente no se le daba el permiso?
Fu: No, e intentamos encontrar médicos cristianos que trabajaran en un hospital de Pekín, y lo intentamos en un hospital que tenía un médico cristiano, pero el médico simplemente no podía ayudarnos por miedo a perder su trabajo si accedía a cuidar a mi esposa.
- ¿Así que se enfrentaban a un aborto?
Fu: Sí, por lo que tuvimos que escapar en medio de la noche saltando del cuarto de baño de la segunda planta de este edificio alto.
- ¿Usted huyó a Hong Kong y, luego, de Hong Kong a Estados Unidos?
Fu: Sí, salimos primero de Pekín y nos ocultamos en el campo porque no teníamos pasaporte ni documentos de viaje. Nos imaginábamos que nunca podríamos salir de China, pero, Dios nos mostró su milagro y con un montón de oraciones y muchas ayudas, pudimos llegar a Hong Kong y, luego, en 1997, a Estados Unidos.
- Quisiera volver a la cuestión de la política de un único hijo. ¿Qué impacto tiene en la sociedad china?
Fu: Creo que el impacto se manifiesta en diferentes aspectos. El primero: el concepto tradicional chino de la importancia de tener un chico. Cada familia quiere tener un hijo y esto ha causado un gran desequilibrio entre las poblaciones masculina y femenina.
Segundo: Hay una crisis enorme de padre envejecidos. Una pareja tiene ahora que mantener a dos familias de padres debido a esta política de un único hijo. Tercero: Hay una práctica masiva de esterilización forzada y de abortos. El año pasado, salió a la luz un informe de que cerca de 20 millones de bebés habían sido abortados y el aborto se llevaba a cabo hasta a los nueve meses.
Yo, personalmente, tuve una conversación con una señora cristiana, la esposa de un pastor, que contaba que había estado en un hospital embarazada de ocho meses y, al lado de ella, había otra señora que estaba embarazada de nueve meses. Aquella noche 80 mujeres embarazadas fueron obligadas a abortar inyectando veneno al feto. Este es un asesinato a escala masiva.
- ¿Qué hace esto a la psicología de la nación?
Fu: Esta es otra ramificación de tal política. Estas mujeres se deprimen y la tasa de suicidios es muy alta. Esta política de un solo hijo fuerza a los padres a estropear a este único hijo creando un niño muy egocéntrico. El año pasado, la revista Time tenía un artículo sobre la política china de un solo hijo: “La Generación ‘mi’ de China”. Esto ha creado una generación egoísta – una generación centrada en el “mi”. Las ramificaciones de esta política apenas acaban de empezarse a manifestar y a crear otro enorme problema social.
- ¿Viene del extranjero la financiación para esta política de un único hijo, y de dónde?
Fu: La política de un único hijo es por supuesto una política nacional del gobierno central, aunque, irónicamente, una gran parte de la financiación viene de organizaciones internacionales como el Fondo de Población de las Naciones Unidas, que ha donado centenares de millones de dólares.
Los Estados Unidos proporcionan financiación y 40 millones de dólares van a China para ayudar a llevar a cabo la política un solo hijo. De esta forma, los países occidentales son cómplices de esta política.
- ¿Por qué tiene el gobierno tanto miedo al cristianismo?
Fu: Espiritualmente hablando, la oscuridad disminuye cuando se acerca la luz, por eso la oscuridad odia la luz. Los cristianos muestran integridad, amor y perdón y para la “oscuridad” esto es un desafío y una amenaza para su mantenimiento del poder: una lucha entre el bien y el mal. En la historia china, el cristianismo es visto como algo extranjero (yang jiao) y el gobierno chino, especialmente el comunista chino, se adhiere a la ideología atea – especialmente anticristiana. A través de la propaganda política utilizan la ideología para oprimir a los cristianos. Presentan a los cristianos como enemigos del pueblo, que colaboran con Occidente para derrocar al gobierno chino.
Incluso las actividades benéficas de los cristianos no son reconocidas o dejadas de lado por el gobierno. Durante el terremoto, los cristianos que ayudaban fueron arrestados por simplemente rezar por las víctimas. Hay por tanto diversas de opresión e intimidación a las comunidades cristianas. He oído que, tras el colapso de la Unión Soviética y de Europa oriental, el gobierno chino se puso muy nervioso.
- ¿Por qué ven en ello un ejemplo de lo que podría ocurrir?
Fu: Sí, decían: ayer fue el hermano mayor, después será el hermano pequeño, es decir, China.
- ¿Puede el cordero cristiano domesticar al dragón chino? ¿Abriga esperanzas para el cristianismo y para su país?
Fu: Tengo muchas esperanzas. Creo que el Evangelio de Jesucristo es imparable. Se puede atar físicamente a muchos cristianos, enviarlos a la cárcel o a campos de trabajo, pero resulta que Dios vuelve estas cárceles y estos campos de trabajo en campos de cosecha. Así es como muchos han llegado a conocer al Señor, en estos campos de trabajo.
Por eso soy muy optimista, y creo que China en el siglo XXI no será sólo un país que reciba misioneros, sino que también, en un futuro próximo, China se preparará para llevar de nuevo el Evangelio a Jerusalén, y puede convertirse en un país de envío de misioneros a todo el mundo. Soy muy optimista.
Esta entrevista fue realizada por Mark Riedemann para “Dios llora en la Tierra”, un programa semanal radiotelevisivo producido por la Catholic Radio and Television Network en colaboración con la organización católica Ayuda a la Iglesia Necesitada.

Más información en www.ain-es.orgwww.aischile.cl

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