La Comisión Permanente del Episcopado español emitió una "Declaración sobre la exposición de símbolos religiosos cristianos en Europa", en la que se pronuncia sobre la próxima resolución de la Corte Europea de Derechos Humanos (Tribunal de Estrasburgo) acerca de la exposición de símbolos religiosos en las escuelas estatales.
Los obispos españoles señalan que la presencia de la cruz no pretende excluir a nadie y recuerdan precisamente que gracias al cristianismo, en Europa se afirmó la autonomía de los campos espiritual y temporal y el principio de la libertad religiosa.
La declaración de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) asegura que “la presencia de símbolos religiosos cristianos en los ámbitos públicos, en particular la presencia de la cruz, refleja el sentimiento religioso de los cristianos de todas las confesiones” y “es expresión de una tradición a la que todos reconocen un gran valor y un gran papel catalizador en el diálogo entre personas de buena voluntad y como sostén para los que sufren y los necesitados, sin distinción de fe, raza o nación”.
Los obispos explican que “en la cultura y en la tradición religiosa cristianas, la cruz representa la salvación y la libertad de la humanidad. De la cruz surgen el altruismo y la generosidad más acendrados, así como una sincera solidaridad ofrecida a todos, sin imponer nada a nadie”.
Es por ello que sostienen la idea de que “las sociedades de tradición cristiana no deberían oponerse a la exposición pública de sus símbolos religiosos, en particular, en los lugares en los que se educa a los niños”.
Para el episcopado español, “ponerse en contra de los símbolos de los valores que modelan la historia y la cultura de un pueblo es dejarlo indefenso ante otras ofertas culturales, no siempre benéficas, y cegar las fuentes básicas de la ética y del derecho que se han mostrado fecundas en el reconocimiento, la promoción y la tutela de la dignidad de la persona”.
La declaración recuerda que “el derecho a la libertad religiosa existe y se afirma cada vez más en los países de Europa. En algunos de ellos se permiten explícitamente otros símbolos religiosos, sea por ley o por su aceptación espontánea”.
El texto acaba afirmando que “sólo en una Europa en la que sean respetadas a la vez la libertad religiosa de cada uno y las tradiciones de cada pueblo y nación, podrán desarrollarse relaciones adecuadas entre las religiones y los pueblos, en justicia y en libertad”.
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