Monseñor Antonio Marino, obispo auxiliar de La Plata, en la homilía de la misa celebrada en la iglesia del seminario arquidiocesano el pasado 24 de junio con ocasión de la solemnidad del nacimiento de San Juan Bautista, consideró que “la misión profética de la Iglesia se sitúa en prolongación de la misión profética de Juan”, porque “la Iglesia, y en ella cada uno de nosotros, estamos llamados a preparar los caminos del Señor, a predisponer a la gente al encuentro personal e íntimo con Cristo, señalarlo ya presente en medio de nosotros, afirmar de él que es el único ‘que quita el pecado del mundo’”.
Y tras recordar el motivo de su martirio advirtió: “Los profetas no mueren sólo cuando claman por la justicia social, sino también cuando hacen reclamos éticos relativos al matrimonio y la familia. El odio del mundo contra los discípulos de Jesús se despierta al cuestionar ideologías aberrantes. ¡Bien lo sabemos en nuestra patria, en las actuales circunstancias!”
Al respecto, explicó que “la Iglesia Católica ha ganado un merecido prestigio y autoridad por su clamor por la justicia y su sensibilidad hacia los pobres y excluidos de la sociedad. Pero también es manifiesta la hostilidad de los medios de comunicación social cuando hablamos del matrimonio y la familia, de biotecnología, del respeto irrestricto a la vida en todas sus fases, del derecho inalienable de los padres a decidir acerca de los valores morales en los cuales deben educarse sus hijos”.
“Este cuerpo de doctrina constituye lo que el Papa Benedicto ha denominado ‘valores no negociables’. Es en esta área cuando papas, obispos, sacerdotes y laicos, experimentamos el peso de la contradicción del mundo y de la impopularidad. Pero como decía el Papa Juan Pablo II, estos aspectos ‘no pueden desaparecer de la agenda eclesial’”, concluyó.
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