En la India llevan luchando contra el sistema de castas más o menos desde que el Mahatma (alma grande) Ghandi dejó las riendas del país. Buscaban ser un país con una imagen moderna, pero había dos espinas clavadas en el costado: el sistema de castas y la hoy santa Teresa de Calcuta.
El primero avergonzaba al gobierno por retrotraerles a una época medieval que contrastaba con la democracia tan moderna que se querían construir. Una democracia de la que la casta superior, los bramanes, recelaban. La segunda les recordaba que durante más de dos milenios la población india había vivido desatendida y si morías o vivías le importaba a bien poca gente.
El Imperio británico, fiel a su legado de saqueo pirata y tejer luego leyendas negras para los demás, hizo bien poco por ello, pero en esto llega en 1929 a la India Teresa y se da cuenta de que el país no puede salir adelante sin que se ayude a los más pobres porque la cosa clamaba al cielo. Unas décadas más tarde nacen las misioneras de la caridad.
Y ahora la acusan de proselitismo (la acusación no es nueva, pero resurge con frecuencia), y otros dicen que no, que solo quería ayudar a los pobres. Arreglan un roto con un descosido. Porque, recordemos, Juan Pablo II se pregunta en la beatificación de la Madre: “¿Dónde encontraba la Madre Teresa la fuerza y la perseverancia para ponerse totalmente al servicio de los demás? En la contemplación silenciosa de Jesucristo, su Santo Rostro, su Sagrado Corazón".
Ante la Verdad, hay quien se achica. Nos encontramos en la encrucijada y el camino parece difícil, pero es casi peor intentar apacigüar a los lobos. La Santa Madre Teresa quería ayudar, sí, el cuerpo y el alma de esa pobre gente. Si muriendo abrazaban a Cristo, tanto mejor, pues entonces encontrarían la plenitud. Si se quedaban con la fe de sus padres, estoy seguro que la Santa Madre no lo desaprobaría pero rezaría por sus almas, porque no era tonta. Era santa.
Ahora nos pretenden vender santos descafeinados, santos laicos, para apaciguar una ola de intolerancia, que en Pakistán ya es dramática, y en la India va camino de lo mismo. La gente, desesperada y azuzada por presuntos líderes religiosos, lobos con piel de cordero, es lanzada contra los de Cristo. Y en vez de coger el toro por los cuernos, curamos una herida con aspirinas.
El Siglo XXI está demostrando ser un nuevo momento de martirio para los cristianos. En Irak, por supuesto, pero no es de lejos el único sitio. Venir a intentar disminuir la figura de los grandes santos del Siglo XX es una estratagema en la que no podemos caer, porque son nuestro referente cercano. Por supuesto, sin olvidar a las legiones de santos que les precedieron, pero me niego a descafeinar a una Santa como la fundadora de las Misioneras de la Caridad.
Que la India pueda pronto reconocerla no solo por su labor humana, sino también por el tesoro que representa su espiritualidad.
+Pax et bonum+
Miguel Vinuesa
Infocatolica
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