Desde hace unos cincuenta años la Iglesia católica en China vive en condiciones de semiclandestinidad. Para sensibilizar sobre la situación de estos creyentes, la Fundación Lepanto organizó una conferencia, el 1 de abril de 2009 en Roma, sobre la persecución de los cristianos en China.
En aquel encuentro, moderado por el profesor Roberto de Mattei, de la Universidad Europea de Roma y vicepresidente del Consejo Nacional de Investigaciones, participaron Antonello Brandi, fundador y presidente de la Fundación Italiana de Investigación Laogai (www.laogai.it ) -un centro de investigación que trata de informar a la opinión pública sobre los terribles campos de concentración chinos del tercer milenio-, y el padre Bernardo Cervellera, misionero del PIME (Pontificio Instituto para las Misiones Exteriores) y director de la agencia de noticias Asianews (www.asianews.it ).
Brandi presentó un informe de su centro de investigación titulado "El laogai, las ejecuciones y la venta de órganos humanos en China".
El experto explicó que, actualmente en China, muchos millones de personas son detenidas, torturadas y explotadas en el laogai.
Este término chino que significa literalmente "a través de la reforma laboral", designa en realidad unos campos de concentración donde los seres humanos son obligados a trabajar en condiciones de absoluta postración, física y moral, 16 horas diarias para fabricar productos para el régimen comunista chino, sin seguridad social.
En 2008 fueron registrados unos 1.400 laogai, pero se desconoce el número exacto. Su creación se remonta a Mao Zedong, que los instituyó en 1950, aconsejado por sus aliados soviéticos.
En ellos están encarcelados disidentes del régimen (políticos y civiles), todo tipo de religiosos (monjes tibetanos, obispos católicos, pastores protestantes) y delincuentes comunes.
El régimen de Pekín busca un doble objetivo con los laogai: por un lado, oprimir a los disidentes políticos y debilitar la resistencia a la ideología del partido único, y por otro conseguir mano de obra gratis.
Por su parte el padre Cervellera dijo que China "sigue siendo hoy un país comunista debido al fuerte control social sobre la vida de las personas" y analizó cuestiones más específicamente religiosas.
Es una presión que afecta a todos los aspectos más íntimos de la vida de las personas: desde la libertad de asociación (supeditada a la autorización del gobierno) hasta la de culto (igualmente limitada), pasando por Internet (muchas webs que no se consideran en la línea de la ideología del sistema se ocultan), explicó.
Las condiciones de vida de los obispos católicos que quieren seguir siendo fieles al Papa son particularmente alarmantes: la obediencia "espiritual" de un ciudadano chino a un Estado extranjero (la Santa Sede) es considerada traición a la patria y castigada con penas muy severas.
Numerosos obispos desaparecieron durante décadas y no se tuvieron más noticias de ellos: lo más probable es que muchos hayan sufrido una muerte violenta y que inmediatamente hayan quemado su cuerpo para ocultar cualquier rastro del delito.
Sin embargo, en el horizonte parece surgir aún la esperanza. El padre Cervellera destacó que en los últimos años, ante esta situación de persecución, o quizás debido a ella, se produjo un "impresionante renacimiento religioso" que llenó las iglesias más que nunca.
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