(Aed-france) «Es una bomba de tiempo que se arriesga a tomar el país.» Obispo de Gboko, Amove Avenya contactado por la AED lo confirma. En su diócesis, ubicada en el estado predominantemente cristiano de Benue, «Fulani fuertemente armado mata a mujeres embarazadas, mata niños, destruye nuestras granjas.» Los agricultores, los cristianos se enfrentan a ataques violentos de los Fulani, musulmanes nómadas en la banda del Sahel, fuertemente armados. Desde 2010, estos ataques ya han cobrado miles de vidas y han causado un desplazamiento significativo de la población, lo que es imposible de cuantificar.
El informe del obispo Avenya es aún más preocupante porque las autoridades nigerianas no se están movilizando para poner fin a esta violencia. Denuncia, además, de nuevo, su silencio y el de los medios de comunicación, mientras que «los Fulani han hecho muchas más víctimas en 2018 que Boko Haram», dice. «Es una bomba de tiempo», dice, «que corre el riesgo de llevar el país consigo.» Un hallazgo que comparte Amnistía Internacional, quien denunció el lunes 17 de diciembre, los fracasos y el letargo del estado, lo que contribuye a la escalada de un conflicto que habría causado cerca de 4000 muertes, según la ONG.
Al pasar por Europa para presentar el Informe de 2018 sobre la libertad religiosa en el mundo, publicado por la AED, el Arzobispo Avenya se reunió con políticos en Bruselas que tampoco parecían estar muy bien informados sobre el la situación en el centro de su país y la amenaza planteada por hombres armados.
En junio, el obispo Avenya hizo un llamamiento a la comunidad internacional, instándole a «no esperar a que se produzca el genocidio». Y, en varias ocasiones, la conferencia episcopal convocó a Muhammadu Buhari, el Presidente de la República, para garantizar efectivamente la seguridad de su pueblo o, en su defecto, renunciar. Una llamada ignorada: la violencia continúa y Muhammadu Buhari ha planeado postularse nuevamente en las elecciones que se llevarán a cabo el próximo febrero.
«Mientras tanto, dice el obispo Avenya, la Iglesia continúa curando las heridas. No perdemos nuestra esperanza. Pero necesitamos ayuda.»
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