Mientras hordas de musulmanes piden a gritos la ejecución de la cristiana Asia Bibi, los jueces del Tribunal Supremo de Pakistán nos tienen en vilo. En tanto esperamos el desenlace final de los nueve años de prisión injusta que lleva sufriendo esta madre pakistaní, tenemos mucho que hacer.
- Tenemos que guardarnos en el bolsillo nuestro activismo eclesial, nuestros planes pastorales, nuestras estadísticas de bautismos anuales y nuestros miedos presupuestarios y debemos ponernos a orar. Tenemos que suplicar, pedir, gritar a Dios que sostenga a Asia Bibi, que sostenga la pobre fe de lo que queda de catolicidad en el occidente apóstata, que nos dé a todos vivir intensamente la comunión de los santos, dando gracias por cada gota de sangre que derraman los mártires y suplicando más parresía y menos mundanización cobarde. ¡¡Sin Él no podemos nada!! ¿Nos convenceremos de esto alguna vez??¿ Aprenderemos a dejar de lado nuestros buenismos semipelagianos y nos pondremos a suplicar al Padre que nos convierta, que nos lleve al cielo, a gozar eternamente de Su presencia, acompañando a los miles de mártires que han lavado sus túnicas en la Sangre del Cordero?
- Tenemos que abrazar el Rosario como si fuera (¿no lo es?) la única salvación posible de esta Iglesia, a veces tan ciegamente –o cínicamente- optimista. Recemos el Santo Rosario, como lo pidió la Virgen en Fátima, por la conversión de los pecadores. Por la conversión de los perseguidores. Por la conversión de quienes, desde la propia Iglesia, persiguen la fe católica. Por la conversión de todos nosotros, que tantas veces nos sentimos derrotados olvidando -¡desagradecidos!- de quién somos hijos…
- Tenemos que dar gracias a Dios porque sostiene con su gracia a estos testigos de la fe, disponiéndoles incluso al martirio por no renunciar a Jesucristo. Ellos son nuestra esperanza. Ellos son el testimonio de una fe que ni siquiera la corrupción de la Iglesia podrá destruir. ¡La fe de los perseguidos es nuestra esperanza! Con su entrega callada y sencilla nos dicen a gritos que Cristo vence, que Cristo es Rey. Que nada nos separará del amor de Cristo. ¿No les da la sensación de que esos cristianos semianalfabetos que se dejan encarcelar, torturar y matar por Cristo tienen una fe mucho “mejor amueblada” que la nuestra? ¿De qué nos han servido los catecismos, las catequesis, la formación, la literatura espiritual, las vidas de santos? ¿De veras creemos, desde nuestro discreto rinconcito devocional aburguesado, que Cristo es Rey?
- Tenemos que rezar por los cristianos perseguidos. Son el mismísimo Cuerpo de Cristo, ese Cuerpo al que también pertenecemos y al que a veces parece que sólo aportamos gangrena. ¿Cómo pueden tantos fieles vivir indiferentes a la realidad de la persecución? Oremos para que Dios les acorte la prueba, para que les sostenga, para que les conceda el don de la perseverancia final y digamos también nosotros: “Señor, ¡líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre Tus elegidos!”
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?…
Como dice la Escritura: Por ti nos matan cada día, nos tratan como a ovejas de matadero. Pero en todo esto salimos más que vencedores gracias a aquel que nos amó.Pues estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura ni la profundidad, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro. (Rm 8, 35-39)
Les dejo, deseando que les provoque alabanza, acción de gracias y oración suplicante, un testimonio que nos viene también de Pakistán. Puedo compartirlo con ustedes gracias a los servicios de prensa de la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada.
Pakistán: Amenazada de muerte por convertirse al cristianismo
Esta es la historia de Kainut, una joven estudiante de medicina de 20 años de padre musulmán y madre cristiana que eligió convertirse al catolicismo. Como resultado, ella y su familia sufren acoso, discriminación y cosas aún peores. Según la ley islámica, si alguien abandona el Islam, podría ser asesinada, quedando impunes sus asesinos.
En declaraciones a la fundación pontifica ACN Kainut relata esa parte de su vida y la elección trascendental que ha hecho:
«Cuando mi madre era estudiante, fue secuestrada por un grupo de musulmanes que la forzaron a aceptar el Islam y la obligaron a casarse con mi padre. Es una práctica muy común en mi provincia, convertir forzadamente a las muchachas hindúes y cristianas al Islam. Mi madre aceptó a mi padre como su esposo y comenzó a vivir una vida normal con él. Tuvieron cuatro hijos, yo soy la mayor y tengo dos hermanos y una hermana.
» Mi madre iba en secreto a la iglesia y yo muchas veces iba con ella. También leía la Biblia en casa y estaba claro que ella no abrazó realmente el Islam,en su corazón era cristiana. Yo comencé a leer la Biblia y a ir cada vez más a la iglesia con mi madre. Una vez quise tomar la Sagrada Comunión y mientras esperaba en la fila una persona me dio que yo no podía porque no era cristiana. Esto fue algo que me dejó muy triste y que me hizo llorar.
»Le dije a mi madre que quería recibir la Sagrada Comunión, que el Señor Jesucristo también era mi salvador. Pero de alguna manera mi padre se enteró de esto y nos prohibió ir a la iglesia. Durante un año no fuimos. Entonces mi padre murió. Mis abuelos obligaron a mi madre a casarse con un primo de mi padre —también una práctica muy común en mi zona— ya que los musulmanes dicen que las mujeres necesitan la protección de los hombres. Mi madre se resistió pero no había escapatoria y se casó con él. Yo tenía 14 años en ese momento.
»Este hombre también era muy estricto, pero comencé a leer la Biblia todos los días en casa. Mi padrastro trató de detenerme repetidas veces pero mi madre me apoyaba. Cuando terminé de leer toda la Biblia le dije a mi madre que quería ser cristiana.Mi madre estaba muy preocupada de que mis abuelos u otros parientes pudieran matarnos.
»A pesar de todo las dos íbamos a la iglesia y un día le pedí a un sacerdote que me bautizara aunque no estaba segura por todos los riesgos que esto conlleva. “Lo siento -me dijo con pesar el sacerdote- no estoy en condiciones de bautizarte", ya que temía que mis parientes y otros fanáticos musulmanes nos mataran si descubrían que él me había bautizado. Y tampoco quería crear un problema a sus feligreses. Yo le dije: “Padre, estoy lista para morir por Cristo…".
»Pasado el tiempo tomamos unas vacaciones de verano y fuimos a otra provincia a visitar a mi tía, la hermana de mi madre. Fuimos a la iglesia con ella y de nuevo me encontré con un sacerdote y le conté mi deseo de abrazar el cristianismo. Él fue muy amable y me dio algunos libros para estudiar. Pasamos tres meses en la casa de mi tía yendo a la iglesia todos los días. Y un domingo después de la misa, el sacerdote me preguntó: “Niña, ¿estás lista para el bautismo?". Muy feliz le dije que sí. Finalmente en 2013, mi madre, mis hermanos y yo recibimos el sacramento del Bautismo. Fue más fácil en esa iglesia ya que estábamos lejos de casa.
»Cuando regresamos a nuestra ciudad natal, mi padrastro se enteró de que nos habíamos convertido y le ofreció el divorcio a mi madre algo que aceptó con entusiasmo. Mi madre consiguió un trabajo y alquiló un apartamento. Todo iba bien. Asistíamos a la iglesia y mi director espiritual se puso en contacto con el sacerdote que me había bautizado, así que se me autorizó a recibir la Sagrada Comunión, ¡todo era perfecto!
»Hasta que una noche en el año 2016, mi ex padrastro y sus parientes irrumpieron en nuestra casa, le dijeron a mi madre que venían a por mí, para llevarme porque no iban a permitir que me casara con un cristiano, sino que querían que me casara con un hombre musulmán de 54 años, yo tenía solo 18 años en ese momento. Mi madre se encaró con ellos y llamó a nuestro sacerdote y a la policía. Cuando llegó la policía nos dejaron en paz.
»Le conté a mi director espiritual sobre y él me consiguió un sitio en una residencia administrada por religiosas, donde me preparé para mis exámenes de ingreso a la facultad de medicina. Quiero ser médica y servir a la humanidad.
» Pero ahí no terminaron nuestros problemas. En octubre de 2017 mis parientes musulmanes dispararon a uno de mis hermanos. La bala le hirió los pulmones y las costillas y todavía sigue hospitalizado, luchando por la vida. Estamos amenazados de muerte y no sé qué va a pasar con nosotros en el futuro, pero nuestra esperanza está en nuestro Señor Jesucristo».
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios. No desoigas las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, Virgen gloriosa y bendita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario